Algunos Días Están Hechos Para Fumar

Recuerdo muy bien aquel día en el que le vi por primera vez: era tal como hoy, nublado, húmedo y con un blanco en el cielo que se parecía a ese resplandeciente tono de las fotos tomadas con un tiempo de exposición alto. Yo había dejado de fumar de forma oficial por unos años y cuando lo hacia, era de manera esporádica y con intervalos de meses. Pues aquel día me fume uno. Mientras mi compañera hablaba de las banalidades de la oficina, yo contemplaba como el humo del cigarro se elevaba en espirales y se unía sutilmente a esa neblina cegadora, incapaz de evitar tal atracción. Fue entonces cuando entre caladas y la combustión del momento, su rostro blanco y mirada de dos perlas negras, emergió siniestramente acompañada de una carcajada angelical. El tiempo dejo de latir a su ritmo incansable para tomar un suspiro, dejo de correr hacia el futuro y se detuvo por tan solo un pequeño instante para apreciar el presente. Ella encendía su Lucky Strike y empezaba a hablar de las trivialidades del viajar y de valijas extraviadas. De su boca exhalaba aquellas nubes efervecientes como el polvo de estrellas capaz de hacer soñar al hombre más prudente del mundo. No pude evitar pensar que era uno de esos pocos momentos en la vida donde todas las cosas encajaban perfectamente en su entorno y que yo hacia bien observando detenidamente cada detalle. Su protagonismo en esa escena era indiscutible. Yo me estaba perdiendo entre la oscuridad de su mirada, tan fascinado que no pude distinguir mas entre la fantasía y la ficción. Cada vez que sus ojos se tornaban hacia a mi, sentía como me golpeaba aquel huracán que siempre envuelve su presencia. Mi lado racional hubiese optado por buscar la calma, pero traicionero como puede llegar a ser, me dejo abandonado para que yo pudiese seguir siendo azotado por ese viento frió que subía por mi espalda. Al final de esta pequeña función, mientras cada quien se alejaba del escenario con destino a la rutina que nos paga las facturas, yo robaba el ultimo aliento de vida a mi cigarro y las mariposas en el estomago me susurraban al oído que no podría volver a mirarle fijamente a los ojos.

Yo no soy un arcángel para poder decir que le conozco mas allá de lo que alguna vez me haya dicho, pero algo que si es cierto es que soy un mensajero mirón.

Comments

Muchísimas gracias.

:)
Un mensajero mirón y cotilla (que no se te olvide :)
Me pregunto adonde iran a parar las miradas extraviadas. ¿Se subastarán, como las valijas? ¿Alguien les hurgará con prisa las cremalleras hasta sacar de ellas todo lo que hay de valor?
Me alegra ver que el castellano te queda igual de rico que el té con pastas.
Besillos
botas de agua said…
excelente título para excelente texto. mentiría si no dijera que me sorprendió.

ojos de gato triste... gato con botas? en cualquier caso... alemán hablas también, seguro... en ese deporte no puedo participar... pero si te animas al francés, ya sabes... es una lengua preciosa de la que estoy enamorada...

sabes? hacía tiempo que no recibía un comentario como el tuyo. sentí que entendías perfectamente lo que busco al expresarme: sencillez y economía.

por cierto, the post office, brutal. cómo no se me ocurrió a mí un nombre de blog así?

un fuerte abrazo

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